Empoderarme no es odiarte, es dejar de idealizarte

Hay algo glorioso —casi terapéutico— en ver cómo cada vez más mujeres dejan de encoger su voz, sus ambiciones y su deseo de libertad para que quepan en la estrechez emocional de algunos hombres. Y no hablamos de una estrechez metafórica: hablamos de esa especie de alergia a la autonomía femenina que aún persiste disfrazada de romanticismo vintage.

La revolución ya no lleva corsé ni pide perdón por interrumpir. Ahora llega con un “prefiero estar sola que mal acompañada”, con una cita cancelada para ir a terapia, y con un bloqueo estratégico en WhatsApp. Porque sí, el empoderamiento también se ejerce en lo digital.

Empoderamiento femenino en tiempos de “te controlaba porque te quería”

Durante siglos, las relaciones heterosexuales han girado en torno a un contrato no escrito donde la mujer ofrece comprensión emocional, tareas domésticas, estabilidad y aplausos por cada micromigaja de decencia masculina. Todo esto, claro, a cambio de… ¿compañía? ¿Un par de “te quieros” a la semana? ¿Un orgasmo fingido y un like en Instagram?

El modelo tradicional nos vendía el amor heterosexual como una especie de beca vitalicia: te portabas bien, obedecías, y te premiaban con estabilidad (léase: un piso compartido, con suerte). Pero ahora, las mujeres están reescribiendo las reglas. Ya no buscan ser elegidas. Se eligen a sí mismas.

Y eso, para algunos hombres, es absolutamente aterrador.

No se trata de odiar a los hombres, sino de dejar de idealizarlos

El feminismo no odia a los hombres. Lo que odia es tener que explicarle a uno por qué las tareas del hogar se reparten al 50%, mientras él busca “ayudarte” como si estuviera haciendo voluntariado en su propia casa. Lo que odia es que sigan existiendo “hombres deconstruidos” que lloran en terapia, pero siguen esperando que tú lleves la carga emocional de la relación, porque “tú lo haces mejor”.

Empoderarse es quitarles ese pedestal heredado. No todos los hombres son el enemigo, pero casi ninguno es el héroe de tu historia. Y desde luego, ninguno es el autor.

Empoderarse es dejar de educar parejas y empezar a disfrutar 

El empoderamiento no es un destino, es un hábito diario. Está en saber cuándo decir “no”, aunque duela. En entender que no necesitas que nadie te “complete” porque no estás rota. En dejar de confundir celos con amor y dependencia con entrega. Está en no romantizar el esfuerzo unilateral. En no idealizar a quien solo te ama cuando no brillan más que tú.

Y sobre todo, está en dejar de hacer de madre, de maestra, de terapeuta emocional no remunerada. Que para cargar con traumas ajenos ya está la seguridad social —cuando funciona.

Porque sí, cariño, hemos cambiado… y menos mal

Ahora queremos relaciones sin jerarquías ocultas. Sin que el “te cuido” implique control. Sin que el “te amo” venga con condiciones. Queremos amar desde la libertad, no desde la necesidad. Desde el deseo, no desde el miedo a la soledad.

Si eso incomoda, que incomode. No vinimos a agradar, vinimos a vivir sin cadenas. Que los hombres no son el problema, pero el patriarcado les ha dado el papel protagónico demasiado tiempo. Y ahora el guión ha cambiado.

Así que si te resulta incómodo que una mujer tenga voz, decisión y metas propias… respira, relájate, y recuerda: no todo gira en torno a ti. No estamos en tu contra. Simplemente hemos decidido estar a nuestro favor.

Besitos en la frente.

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